PALMIRA
PAISAJE HECHO DE
LUZ, COLOR Y POESÍA
Ciudad de
cielo azul como la mar distante que no vemos; como el azul del mar que no tenemos.
Como el cielo
azul que besa las cimas
Dentadas de la
salvaje serranía,
De donde bajan
hilos de plata, como líquidos cristales, hasta penetrar las aguas tenebrosas
Del caudaloso
Cauca.
Ciudad de
cielo azul,
Que encuadra
del Cárdenas la frondosa ceiba,
De gran altura
y belleza
Y del Parque
de Bolívar,
Su catedral
majestuosa,
Que viola con
su torre portentosa,
El dombo azul
del planeta.
Imponente
aguja de cemento y adobe
Que afronta
del tiempo, la acción
Del frío y la lluvia, del calor y del viento.
Ciudad de
hermosas morenas de ojos claros y miel.
Ciudad de ilustres
patriarcas,
Descendientes
de paisas,
Japoneses y
caucanos, cultivantes
De plátano, espigas y azúcar.
Tierra de
ganado vacuno,
Tierra de exquisitas fragancias y frutas
Que da la pecuaria falda y llanura.
Corren por sus
cintas asfálticas los camiones
Con sus caudas
de vagones
Llevando
azúcar a los rincones del mundo.
Digna eres del
título de Capital Agrícola de Colombia
Por tus
fértiles tierras.
¡Oh, Tierra
ubérrima de Llano Grande y el Valle!
En tus
senderos y parques
Están tus terrenales
samanes y ceibas,
Entonando sinfonías de vida,
Dando sombra generosa a los dolientes hombres,
Amigos o caminantes del día.
Mientras se
elevan sobres sus copas verdes,
En vuelos
pausados, las garzas blancas
En busca
del nido.
Cabalgan por
las calles y senderos
Los Palmiranos
en sus caballitos de acero;
Van por las
veredas de Potrerillo y Buitrera,
Tierras
remanso de paz, mientras un animoso vientecillo silva entre las débiles
Ramas su canto de amor.
Los poetas de
la tierra
Van presagiado
desde ya tu destino,
Ciudad cruce
de vías, llegó el momento
¡Oh Palmira!
de ser la Ciudad del Futuro.
Tu nombre de
miel, resonante y hermoso,
Se vuelve
ambrosía en la boca del pueblo
¡Oh ciudad de
mis hijos y mía!
Al cruzar el Parque de la Factoría,
Al son de los
arpegios del viento,
El mes de
agosto nos trae
Evocaciones de
la infancia de ayer,
Cuando
escuchamos el bullicio de los niños
Y muchachos
jugando a la pelota
O lanzando sus
cometas
Vertiginosas a
los brazos del viento.
Es el mes, en
el cual vemos al colibrí refulgente,
libando la
sabia palpitante del pomo azul de la tarde.
Sentimos cómo
el alma se alegra,
Mientras las
ondas del viento,
Entre las
ramas flexibles del árbol,
Cantan su
canción de verano
Y levanta en
su vaivén las cometas
De rojo, oro,
azul y de plata,
Rasgando el
azul del espacio.
Algunas quedan
prisioneras en antenas,
Cables y
postes y otras,
Al son del
viento alocado, bailan,
Se balancean y hacen cabriolas
Con sus colas en
la cabellera del cielo.
El cordel
quema las manos al empuje del aire,
Pero los ojos del chico fulguran
Al ver su
papalote de flecos de oro
En los
remolinos del viento.
La tarde azul
del verano se engalana
Con las
familias que visitan el parque,
Con los niños
corriendo por el prado verde,
Hacia los brazos del padre.
Las cometas
vuelan y vuelan,
Jugando como
mariposas que cortan el aire
Al vaivén de sus alas de seda.
Los árboles
tiemblan y tiemblan
Agitados por
la brisa resfriante,
Mientras los
visitantes
Del parque
saborean cholados.
Este paisaje
de color, de niños,
Manos,
cordeles y cometas atravesando
El espejismo
del cielo, conforman un bello
Poema, una
ánfora mágica,
Una mariposa
de radiantes colores,
Digna de un
cuadro de Rembrandt
O de un pintor
palmirano.
Allí vemos la
cometa danzando
Entre la
reseda luminosa del sol,
Acariciada por
remolinos de luz,
Haciendo
cabriolas graciosas
Entre los
vientos del sur.
Así es
Palmira, ciudad hecha de luz,
Cuando
disfrutamos su paisaje
Azul en las
tardes de agosto.
Absorto en
estas imágenes,
Susurran en mi
imaginación
Los sonidos
musicales del viento,
Como si
brotaran de una lira
De cristal
tocada por el Creador.
En este
crepúsculo de vientos, y sol
Contemplo la
tarde expirante,
Silenciosa...
y miro, cómo bajan ingrávidas las cometas de los azules cielos
A la tranquila
ciudad.
La tarde
cayendo va,
El parque se
va quedando mudo y sombrío,
Sólo queda la melancolía
de la felicidad ya ida;
El viento se
va metiendo vestido de sedas frías
Por entre las
calles del centro.
Es un viento
moreno del sur,
Que en sus
cantos me va diciendo que las cosas
Alegres que
hoy he percibido en el parque,
Nunca
vuelven... ¡jamás!
Agosto mes que
peina la cabellera del cielo
Con el viento
moreno del sur.
ISRAEL AGUDELO CASTRO
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